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Amarillo Neón: 2. Último Piti

-  Eso tiene pinta de doler un huevazo – dijo Almudena mientras se ponía de cuclillas delante de Ana. Quería gritar, insultar, cagarse en todos los muertos de aquella mujer, levantar la 9 mm y descargar toda la munición sobre su cara morena. Por mucha prótesis que tuviera, 8 parabelums disparadas a bocajarro tenía que doler. Pero su brazo se negaba a levantar la pistola, casi parecía anclada a la propia acera, mientras solo conseguía esgrimir un gruñido gutural. Almudena se levantó llevándose los dedos de aluminio aleado a la oreja. -           Pajarito cazado Leo - sus ojos se iluminaron de un naranja neón nada natural y tras unos segundos en silencio continuó – No creo que hable, le has dejado bien tiesa, qué te he dicho de ese tipo de munición. Son carroña, no agentes de Militec ni un maldito cyberpsicópata. La culpa ardía más que sus entrañas descuartizadas. Volvió a gruñir, intentando de nuevo levantar la pistola, pero ésta ...
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Amarillo Neón: 1. Es una Putada eso de Morise

 1 Es una putada eso de morirse.  Si no preguntárselo a Ana, tirada en un callejón mugriento del Perpetuo Socorro, con un boquete en el pecho cortesía de un calibre 20.4 mm. La clase de munición que en otro contexto se utilizaría para cazar elefantes y no personas. Así que allí está ella, apoyada contra el contenedor del asiático que hace esquina, sentada en un charco de su propia sangre, sujetándose con las manos el picadillo de carne que son ahora sus tripas, sintiendo cómo el aire se cuela por el orificio de entrada para escaparse por el de salida. No es una experiencia que te recomendamos experimentar, la verdad. Y a pesar de todo el dolor, de los delirios por la pérdida de sangre y el miedo inminente a su final, hay algo que duele más que el boquete en su pecho. Esa quemazón de culpa, de fracaso. No tanto por las malas decisiones que ha tomado en la vida, la última de ellas; creer que los arregladores solo eran tres y no había un cuarto cubriendo la salida....

Los Ojos de Aldara Dorregarai. Parte 3/3

Ya en alta mar, con la costa bilbaína oculta tras el horizonte, pude desde hacía mucho tiempo respirar en paz. Aldara se encontraba completamente exhausta. Por un lado, estaba viviendo el argumento de una novela romántica, por otro lado, estaba experimentando lo que estas nunca llegaban a contar. Que qué haríamos una vez llegáramos a Nueva York, que ella no hablaba el idioma y aun menos conocía a alguien, que no tenía ropa para el viaje ni los papeles para poder entrar, que nos habíamos precipitado, que esto era una locura, que... Acalle sus preocupaciones con un beso. Solucionaría cada problema poco a poco. La ropa, listo, una joven de tercera clase nos vendió parte de su ropa de viaje. Conforme al idioma, yo me las apañaba con el dialecto de Shakespeare, por lo menos lo suficiente como para entenderme con los yanquis. Y para entrar en el país, fácil, esa misma noche nos casamos. El capitán, un viejo lobo de mar de esos de ojo tuerto y pata palo nos dio nupcias, ilusionado de poder un...

Los Ojos de Aldara Dorregarai. Parte 2/3

Tras aquella noche hui. Me refugié en la casa de uno de mis compañeros del bufete. Lejos del caserón de los Dorregarai por fin me sentí a salvo y pude dormir. Alejado de pesadillas, presencias invisibles y de aquellos malditos ojos rojos. Fuera del alcance del amor de Aldara. Con el paso de los días su cuerpo desnudo se fue desdibujando de mi mente y solo quedo el recuerdo de aquel demonio. Aunque he de reconocer que en más de una ocasión pensé en ella, en sus dulces pecas, en su felicidad contagiosa, en su amor pegajoso. Acaso me odiaría, o me seguiría esperando, aguardando mi llegada junto aquellos ojos rojos. Las siguientes semanas pernocte en casa de este compañero, poniendo la excusa de que mi habitación se encontraba en reformas. Una argucia que solo me conseguía tiempo, ya que tarde o temprano debería volver. Pero aún me quedaba una posibilidad. En costas americanas, más concretamente en la ciudad de Arkham, un antiguo amigo de la facultad se había instalado al verse enc...

Los Ojos de Aldara Dorregarai. Parte 1/3

He aquí las últimas palabras de un hombre muerto, que fue testigo sin saberlo del mayor acto de amor. Aldara Dorregarai, ese era su nombre y su recuerdo. Chica pelirroja y pizpireta, hija de un capitán de compañía nombrado marques tras el desfiladero de Eroul, el cual quedo despojado de título y vida tras la batalla de Abázzuza. Con el fin de la guerra cada vez más cerca y los últimos seguidores de Don Carlos a esperas de ser fusilados, viuda e hija decidieron abrir su casa a estudiantes, periodistas, novelistas y otros grandes señores que buscaran en Bilbao un lugar donde hospedarse.  Es aquí donde entro yo. Recién graduado en Derecho Mercantil en la Universidad de Madrid, y algo versado en las antiguas leyes romanas, fui contratado por un famoso bufete bilbaíno cuyo nombre no es necesario mancillar en este delirio. De este modo, y bajo la referencia de un amigo de la familia Dorregarai se me facilitó una habitación en aquella casa. Imagínense, un recién llegado, un muchacho de ca...

El resplandor de las montañas

En la infinita llanura el polvo  se levanta con el paso del gran convoy . Una hilera de caravanas vigilada por dos solitarias montañas, de resplandor grisáceo . D emasiado lejanas para llegar en esa noche, pero demasiado cercanas para que su influencia se sintiera. Suspiro de una frialdad pétrea que se arremolina en la mente de cada colono y comerciante. Ahogando su garganta, silenciando su murmullo, observa su paso, simplemente esperando. William Berry, un hombre tan limpio como una comadreja, con un cabello que perdió la batalla contra las canas, monta en un testarudo caballo de nombre Sultán, como único guía a la cabeza del convoy. Ya familiarizado a esa sensación, que tras más de quince años recorriendo las llanuras, se ha convertido en otro compañero de viaje. U no a tener en cuenta, ya que nunca sabe cuando se decidirá a actuar. Intuyendo que en ese momento ni el wínchester que cuelga en su espalda le servirá para evitar aquello que le tengan preparado las monta...