- Eso tiene pinta de doler un huevazo – dijo Almudena mientras se ponía de cuclillas delante de Ana. Quería gritar, insultar, cagarse en todos los muertos de aquella mujer, levantar la 9 mm y descargar toda la munición sobre su cara morena. Por mucha prótesis que tuviera, 8 parabelums disparadas a bocajarro tenía que doler. Pero su brazo se negaba a levantar la pistola, casi parecía anclada a la propia acera, mientras solo conseguía esgrimir un gruñido gutural. Almudena se levantó llevándose los dedos de aluminio aleado a la oreja. - Pajarito cazado Leo - sus ojos se iluminaron de un naranja neón nada natural y tras unos segundos en silencio continuó – No creo que hable, le has dejado bien tiesa, qué te he dicho de ese tipo de munición. Son carroña, no agentes de Militec ni un maldito cyberpsicópata. La culpa ardía más que sus entrañas descuartizadas. Volvió a gruñir, intentando de nuevo levantar la pistola, pero ésta ...
1 Es una putada eso de morirse. Si no preguntárselo a Ana, tirada en un callejón mugriento del Perpetuo Socorro, con un boquete en el pecho cortesía de un calibre 20.4 mm. La clase de munición que en otro contexto se utilizaría para cazar elefantes y no personas. Así que allí está ella, apoyada contra el contenedor del asiático que hace esquina, sentada en un charco de su propia sangre, sujetándose con las manos el picadillo de carne que son ahora sus tripas, sintiendo cómo el aire se cuela por el orificio de entrada para escaparse por el de salida. No es una experiencia que te recomendamos experimentar, la verdad. Y a pesar de todo el dolor, de los delirios por la pérdida de sangre y el miedo inminente a su final, hay algo que duele más que el boquete en su pecho. Esa quemazón de culpa, de fracaso. No tanto por las malas decisiones que ha tomado en la vida, la última de ellas; creer que los arregladores solo eran tres y no había un cuarto cubriendo la salida....